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Blog de #biblioteca del irc-hispano

Las Llaves

Las  Llaves Busqué mis llaves en el bolsillo, en los bolsillos, en todos lo bolsillos y al fin conseguí abrir el portal. Llamé al ascensor y cabizbajo esperé un tiempo que me pareció eterno. Un dolor profundo anidaba en mi estomago. Era un dolor que no dejaba de acompañarme durante todo el día. Era el dolor del miedo, miedo a encontrarte feliz con alguien que no era yo, miedo a no hallarte , miedo a perderte, miedo a que no fueras mía, miedo a no ser, miedo a ser menos, miedo.

Entré en el ascensor y me estrellé de frente con el espejo. "Dios ...estas hecho un asco. El tiempo te está pasando su cruel factura." Me miré y busqué dibujar mi mejor mirada, aquella que me hacía tierno y pleno a la vez. Aquella que sacaba de mi lo mejor. Conforme pasaban los pisos, el dolor era más intenso. Sabía que te encontraría sentada frente a esa pantalla loca, con los ojos chispeantes y una sonrisa tan libre, tan llena de color. Esa risa te hacía infiel, profundamente infiel, infiel en lo más recóndito de tu ser. ¿cómo luchar contra aquello?

Abrí la puerta intentando ser sigiloso y a la vez cotidiano. La lamparita del salón estaba encendida y me regalaba el color justo que necesitaba, el color cálido del hogar. Avancé por el pasillo y entré en tu cuarto. Allí estabas, y una vez más el movimiento presuroso de tus manos te delataban. Estabas chateando. No quise ver y mi vista se recreó en la excitación que llenaba tu cara, en el palpitar de quién se sabe que ha sido cogido en falta. Los dos, en un acuerdo tácito y espontáneo, no quisimos enzarzarnos en una escena de celos. Hoy no.

- Hola, ¿que tal el día? , me dijiste.
- Bien, como siempre, te respondí mientras acercaba mi cara a tu cara y te daba un beso tranquilo.
- Voy a ducharme .... y apaga ese trasto ...anda.
- Vale, ya voy ... me respondiste sin apartar la mirada de la pantalla. Ese gesto de no mirarme, de no ser el motivo que atrapara tu atención, tus pocas ganas fue otro aguijón en mi estomago.

Ya en la ducha me desnudé con parsimonia , como concediéndote todo el tiempo del mundo que necesitabas en tu juego. Sabía que tus despedidas eran sin final. Me sentía incapaz de luchar contra aquello. Ya lo había intentado todo. El agua caliente se estrellaba contra mi cara y al hacerlo deseaba con todas mis fibras que limpiara aquel dolor que me atenazaba, que desapareciera por el sumidero y recobrara así la paz. Me enjaboné una vez ... y dos ... y vuelta a sentir el estallido del agua en mi rostro. Salí del baño con una toalla a media cintura.

Tú apartabas los cojines de la cama y colocabas en la mesita tu libro de turno.

- Voy a ver un poco la tele te dije. Otra excusa más para ganar tiempo.
- Vale .. voy a ducharme yo ahora.

En la tele la mierda cotidiana lo llenaba todo: La propaganda fascista de un gobierno de opereta en la tres y en la uno, la cutrería nauseabunda de otra victima más del descreimiento en la cinco, todo como parte de una tiranía difusa, la maldad inaprensible confundida en el aire con el resto de la basura humana ante la cobardía de tantos y de todos. Allí estaban con nítida claridad las razones que me empujaban cada día más a esconderme en las pequeñas cosas, en los pequeños gestos. Un documental sobre fotografía consiguió al fin poner un poco de sosiego en mi ánimo. Apagué la tele.

Al entrar en nuestro dormitorio te vi recostada con tu libro, tranquila, relajada, y atrapada en esa huida que la aventura de leer te proporcionaba. Me recosté a tu lado, con mi cabeza a la altura de tu cintura. Retiré la sabana y mi mano buscó tu piel. Quise hacerte cosquillas, pero no tantas como para impedirte que siguieras leyendo. Empecé a besarte suavemente, a dejar que mis manos escalaran tus piernas. Mi cabeza en tu vientre, mis ojos en tu pubis, mis dedos dibujando círculos al rededor de tu sexo oculto tras tus braguitas. Un leve suspiro te hizo presente de nuevo.

Había decidido amarte a pesar de todo. Esa noche sería el mejor amante del mundo o al menos el mejor amante que yo quería ser. No tenía la certeza de que esa noche no fuera a ser nuestra última noche. No alcanzaba a comprender por que seguías allí, tus contradicciones eran un misterio insuperable a mis ojos; pero allí estabas y estaba dispuesto a poseerte y a entregarme con todas las ganas de las que era capaz, con la ambición oculta de hacerme eterno en tu memoria. Esa sería, quizás, mi venganza si el adiós brotaba de tu boca.

Bajé mi cabeza hasta mas allá de los tobillos, y ya sin recato, comencé a lamerte toda entera, escalando, saboreando tus muslos y así hasta que acabé hundido en tu sexo, dejándome impregnar de todos los olores, jugando con tus labios menores, con tus labios mayores, con tu vulva cada vez más inflamada, con mis dedos empapados de tu humedad, con la sedosidad de tus vellos ...con tus quejidos contenidos . Mi excitación estaba llegando a su cima. Pero no, yo quería más, quería ser tu juguete, quería dejar que me dominaras y me usaras a tu antojo. Me tumbé boca arriba y tu sexo volvió a mi boca. Te miraba y contemplaba tus senos, tus pezones en su apogeo y tu mirada entrecerrada, sabedora que yo era tu juguete.

En ese momento no lo pudiste evitar y el clímax te llenó toda entera al ritmo salvaje de tus caderas y tu sexo se me antojó entonces, una vez más, la mejor fruta jamás degustada. Había llegado mi turno. Ahora sería yo quien te dominaría, y puesta a cuatro patas hinqué mis dientes un tu culo de pera, haciendo el daño justo, el dolor necesario que la pasión cegadora a gritos clama, hasta que te monté con toda la furia que mi rabia contenida ansiaba. En ese instante mágico eras mía, sólo mía y mis embestidas no eran si no la reafirmación del deseo sin límite. De reclamar lo mío, de gozarte y de hacerte gozar.
Javier

6 comentarios

Manuela -

" Por cierto, eso de "montar" como a la grupa de una moza para demostrarle superioridad, es un detalle antropológicamente revelador..."
¡ y lo que mola !

observadora -

!Que sí se duchó, jolín!. ¿No leisteis que ella dijo "yo me ducharé ahora mientras él veía todas esas cosas horribles en la tele?. Por cierto, eso de "montar" como a la grupa de una moza para demostrarle superioridad, es un detalle antropológicamente revelador...

Escrupulosa -

Me ha parecido observar que ella no se había duchado, ¿no?.

Moderada -

Estabais casados como Dios manda?

Estomago -

Y yo, qué? ya no te duelo?