LA HUIDA
Caminaba mirando sus pies, llovía, los adoquines oscuros de la acera simulaban espejos de su silueta. La gabardina color ocre le cubría las rodillas, el agua resbalaba por sus piernas inundándole los zapatos. Una mujer caminaba entre la lluvia y la noche, evitando las luces de las farolas de la calle...
Unos días antes había dejado su casa, sentía que había perdido su identidad, ahora no sabía quien era, tenía la misma sensación que si le hubieran arrebatado de cuajo el sentido de la realidad y la hubieran arrojado al vacío del incógnito. Parecía como si solo tuviera pasado. Aconsejada por todos había iniciado la mudanza: se llevó los muebles, las cajas de sus recuerdos, cajas y más cajas con todo lo que había ido reuniendo durante largos años, las plantas y las maletas llenas de vergüenza y de miedo... que espanto.
Te vas Elisa por fin te vas, -se decía mientas bajaba los tres pisos de escaleras con las cajas en brazos-. A partir de hoy tu vida cambiará, estarás segura, todo está preparado.
-Adelante Elisa, camina, no mires atrás camina...
La víspera de la mudanza, entre cajas y muebles empaquetados se había sentado en el salón vacío sobre una manta, a la luz de las velas fue pasando las hojas de un álbum de viejas fotos de la niñez. Se sirvió una copa de vino, encendió un cigarrillo y apoyando la cabeza en la pared dejó pasar las horas. La habitación olía a vacío, cada vez que dejaba el cenicero en el suelo el sonido era como un eco en toda la estancia. Era ya noche cerrada cuando comenzó a notar frío, sacando de una caja otra manta, se acurrucó en ella repasando momentos, el mañana era una incógnita en la que no quería pensar.
Su mente iba visitando los rincones oscuros en su mente del ultimo año, saltaba de una situación a otra sin descanso: las denuncias, la fría comisaría, el miedo ante la puerta cada vez que salía de casa, el teclear de la maquina de escribir del juzgado, la mano del abogado sobre su hombro, la habitación de terapia, los médicos, la cara de sus amigos, la mirada perturbada de Miguel, el asiento trasero de la furgoneta donde escapó un día tapada con mantas de viaje, la mirada de su padre angustiada, el reflejo de la duda en tantas miradas, el saludo opaco de los vecinos, la oscuridad de la casa los últimos meses... Sacó el walkman del bolso y puso una cinta en la que tenia grabado el mar, olas y olas que batían la costa, el fragor del mar golpeando la orilla, se escuchaba el lamido de docenas de olas en la playa, se oía el viento modelando las aguas, se sirvió otra copa de vino y encendió otro cigarrillo, era su última noche en aquella casa, quería vivir aquella madrugada para no olvidarla nunca. Con los primeros rayos del sol asomando entre las persianas casi bajadas se levantó del suelo y se preparó un café.
-Hoy es el día, desde hoy todo cambia, ánimo Elisa tú puedes-se dijo.
Sin embargo aquella noche había regresado, tomó un taxi para regresar al valle. Amparándose en la oscuridad, sin poder entender lo que la llevaba de nuevo a aquella casa. Pidió al taxista que la dejara a dos manzanas de su antigua casa y fue recorriendo aquellos metros en busca de la vida perdida. Se quedó bajo el paraguas escudándose en un árbol en la esquina de enfrente. Escuchó los abetos del jardín movidos por el viento, el sonido de la lluvia, y el agua corriendo por el canal de la acera perdiéndose cuesta abajo.
Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Quién eres Elisa? -se decía a sí misma- ¿En qué se ha convertido tu vida?¿Qué ha pasado? Adelante, aléjate, no pienses más. Y no llores Elisa, llorar nunca te ha gustado. Se alzó el cuello de la gabardina y dándose la vuelta comenzó a caminar de nuevo por la acera de espejo medio resbalando para regresar hacia el taxi, esta vez con el paraguas cerrado dejando que la lluvia empapara su pelo, mientras el taxi arrancaba miró una ultima vez hacia atrás y por el cristal trasero vio como en la esquina alumbrado por la luz que salía del bar se quedaba su pasado, medio mojado por la lluvia, y calado hasta los huesos por el desencanto.
Se bajó del taxi tres manzanas antes de su nuevo domicilio, no sin antes mirar la calle vacía, la lluvia despejaba las calles, era más fácil controlar con la lluvia y la noche quien andaba por la calle, dio una vuelta a la primera manzana, se giró y miró al fondo de la calle: nadie. Prosiguió su camino con paso rápido hasta la siguiente manzana, volvió a girarse en la esquina: alguien había salido de un portal y depositaba la basura en el contenedor, aceleró el paso sin mirar atrás hasta su portal mientras sacaba las llaves del bolso, observó a ambos lados y entró corriendo en el ascensor.
Al llegar a su nueva casa se quito la ropa en la entrada, la dejó tirada en el suelo y fue caminando aterida de frió hasta el dormitorio, se puso el albornoz, tomó del armario dos grandes toallas y las llevó al baño, dejó que el agua comenzara a llenar la bañera añadiéndole gel de baño y soltó tres perlas de aceite en el agua, encendió las velas nuevas, y puso un CD de Maria Callas en el equipo que había instalado en el baño, mientras se terminaba de llenar la bañera, se preparó una tisana de manzana y canela y la dejo sobre la repisa de la bañera.
Sumergiéndose en el agua espumosa dejó que el aroma del aceite invadiera sus sentidos, se puso una pequeña toallita empapada sobre los ojos y dejó que el tiempo fuera pasando... Respiró profundamente, y una leve sonrisa torció su boca.
-Lo has conseguido Elisa, has conseguido volver allí, has superado otra gota más de la copa de miedo en la que vives, no puede encontrarte, no dejaste rastro alguno, aunque no tengas nada a tu nombre, ni este piso siquiera, no podrá encontrarte...
Media hora más tarde, abrió las ventanas del salón, el agua caía mansamente, se prometió a sí misma no seguir viviendo con las persianas bajadas y las ventanas cerradas a cal y canto como si allí no viviera nadie, puso otro CD con piezas de Chopin en el equipo de música del salón programándolo para que tristesse sonara ininterrumpidamente y se sirvió una copa de vino, cogió la carta que le había hecho llegar su abogado aquella mañana, en su nuevo buzón donde solo ponía 6º B, con la resolución de la orden de alejamiento del juez que habían enviado a su antigua dirección con un sello rojo al lado que decía destinatario con residencia desconocida y sonrió de nuevo...
Hizo una pelota con el papel y la lanzó al otro extremo del salón...
Soy Elisa, la chica del 6º B que apenas sale de casa, la que hace el pedido al supermercado por teléfono, y siempre sale acompañada de sus hermanos o sus padres, no vienen amigos a verla, apenas dos amigas saben como localizarla, la chica anónima del banco que solo usa su tarjeta en el cajero de una cuenta que no está a su nombre.
Soy Elisa- se repitió, la chica a la que ni el juzgado encuentra...
Trhyss.
Unos días antes había dejado su casa, sentía que había perdido su identidad, ahora no sabía quien era, tenía la misma sensación que si le hubieran arrebatado de cuajo el sentido de la realidad y la hubieran arrojado al vacío del incógnito. Parecía como si solo tuviera pasado. Aconsejada por todos había iniciado la mudanza: se llevó los muebles, las cajas de sus recuerdos, cajas y más cajas con todo lo que había ido reuniendo durante largos años, las plantas y las maletas llenas de vergüenza y de miedo... que espanto.
Te vas Elisa por fin te vas, -se decía mientas bajaba los tres pisos de escaleras con las cajas en brazos-. A partir de hoy tu vida cambiará, estarás segura, todo está preparado.
-Adelante Elisa, camina, no mires atrás camina...
La víspera de la mudanza, entre cajas y muebles empaquetados se había sentado en el salón vacío sobre una manta, a la luz de las velas fue pasando las hojas de un álbum de viejas fotos de la niñez. Se sirvió una copa de vino, encendió un cigarrillo y apoyando la cabeza en la pared dejó pasar las horas. La habitación olía a vacío, cada vez que dejaba el cenicero en el suelo el sonido era como un eco en toda la estancia. Era ya noche cerrada cuando comenzó a notar frío, sacando de una caja otra manta, se acurrucó en ella repasando momentos, el mañana era una incógnita en la que no quería pensar.
Su mente iba visitando los rincones oscuros en su mente del ultimo año, saltaba de una situación a otra sin descanso: las denuncias, la fría comisaría, el miedo ante la puerta cada vez que salía de casa, el teclear de la maquina de escribir del juzgado, la mano del abogado sobre su hombro, la habitación de terapia, los médicos, la cara de sus amigos, la mirada perturbada de Miguel, el asiento trasero de la furgoneta donde escapó un día tapada con mantas de viaje, la mirada de su padre angustiada, el reflejo de la duda en tantas miradas, el saludo opaco de los vecinos, la oscuridad de la casa los últimos meses... Sacó el walkman del bolso y puso una cinta en la que tenia grabado el mar, olas y olas que batían la costa, el fragor del mar golpeando la orilla, se escuchaba el lamido de docenas de olas en la playa, se oía el viento modelando las aguas, se sirvió otra copa de vino y encendió otro cigarrillo, era su última noche en aquella casa, quería vivir aquella madrugada para no olvidarla nunca. Con los primeros rayos del sol asomando entre las persianas casi bajadas se levantó del suelo y se preparó un café.
-Hoy es el día, desde hoy todo cambia, ánimo Elisa tú puedes-se dijo.
Sin embargo aquella noche había regresado, tomó un taxi para regresar al valle. Amparándose en la oscuridad, sin poder entender lo que la llevaba de nuevo a aquella casa. Pidió al taxista que la dejara a dos manzanas de su antigua casa y fue recorriendo aquellos metros en busca de la vida perdida. Se quedó bajo el paraguas escudándose en un árbol en la esquina de enfrente. Escuchó los abetos del jardín movidos por el viento, el sonido de la lluvia, y el agua corriendo por el canal de la acera perdiéndose cuesta abajo.
Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Quién eres Elisa? -se decía a sí misma- ¿En qué se ha convertido tu vida?¿Qué ha pasado? Adelante, aléjate, no pienses más. Y no llores Elisa, llorar nunca te ha gustado. Se alzó el cuello de la gabardina y dándose la vuelta comenzó a caminar de nuevo por la acera de espejo medio resbalando para regresar hacia el taxi, esta vez con el paraguas cerrado dejando que la lluvia empapara su pelo, mientras el taxi arrancaba miró una ultima vez hacia atrás y por el cristal trasero vio como en la esquina alumbrado por la luz que salía del bar se quedaba su pasado, medio mojado por la lluvia, y calado hasta los huesos por el desencanto.
Se bajó del taxi tres manzanas antes de su nuevo domicilio, no sin antes mirar la calle vacía, la lluvia despejaba las calles, era más fácil controlar con la lluvia y la noche quien andaba por la calle, dio una vuelta a la primera manzana, se giró y miró al fondo de la calle: nadie. Prosiguió su camino con paso rápido hasta la siguiente manzana, volvió a girarse en la esquina: alguien había salido de un portal y depositaba la basura en el contenedor, aceleró el paso sin mirar atrás hasta su portal mientras sacaba las llaves del bolso, observó a ambos lados y entró corriendo en el ascensor.
Al llegar a su nueva casa se quito la ropa en la entrada, la dejó tirada en el suelo y fue caminando aterida de frió hasta el dormitorio, se puso el albornoz, tomó del armario dos grandes toallas y las llevó al baño, dejó que el agua comenzara a llenar la bañera añadiéndole gel de baño y soltó tres perlas de aceite en el agua, encendió las velas nuevas, y puso un CD de Maria Callas en el equipo que había instalado en el baño, mientras se terminaba de llenar la bañera, se preparó una tisana de manzana y canela y la dejo sobre la repisa de la bañera.
Sumergiéndose en el agua espumosa dejó que el aroma del aceite invadiera sus sentidos, se puso una pequeña toallita empapada sobre los ojos y dejó que el tiempo fuera pasando... Respiró profundamente, y una leve sonrisa torció su boca.
-Lo has conseguido Elisa, has conseguido volver allí, has superado otra gota más de la copa de miedo en la que vives, no puede encontrarte, no dejaste rastro alguno, aunque no tengas nada a tu nombre, ni este piso siquiera, no podrá encontrarte...
Media hora más tarde, abrió las ventanas del salón, el agua caía mansamente, se prometió a sí misma no seguir viviendo con las persianas bajadas y las ventanas cerradas a cal y canto como si allí no viviera nadie, puso otro CD con piezas de Chopin en el equipo de música del salón programándolo para que tristesse sonara ininterrumpidamente y se sirvió una copa de vino, cogió la carta que le había hecho llegar su abogado aquella mañana, en su nuevo buzón donde solo ponía 6º B, con la resolución de la orden de alejamiento del juez que habían enviado a su antigua dirección con un sello rojo al lado que decía destinatario con residencia desconocida y sonrió de nuevo...
Hizo una pelota con el papel y la lanzó al otro extremo del salón...
Soy Elisa, la chica del 6º B que apenas sale de casa, la que hace el pedido al supermercado por teléfono, y siempre sale acompañada de sus hermanos o sus padres, no vienen amigos a verla, apenas dos amigas saben como localizarla, la chica anónima del banco que solo usa su tarjeta en el cajero de una cuenta que no está a su nombre.
Soy Elisa- se repitió, la chica a la que ni el juzgado encuentra...
Trhyss.
5 comentarios
Oz logotipero -
Tautina -
alucia -
javier -
:-p
Gatopardo -
¡Gracias, Trhyss!