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Blog de #biblioteca del irc-hispano

CRONICA DE UNA PUTA CITA, de Absenta

CRONICA DE UNA PUTA CITA, de Absenta Como dijo el poeta: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche...”.
Pero es que verás, es que no me da la gana, oye. Estoy mejor por hacer un análisis presuntamente objetivo del asunto a ver qué pasa.

Ocho treinta de la tarde: No suelo vestir completamente de negro antes de la puesta de sol, exceptuando ciertas ocasiones como los funerales, que no era el caso, pero a este muchacho, le gustaba el negro, y una, quiso sorprender agradablemente, así que después de probarse dos blusitas, descarté la blanca y opté por la negra con escotazo.
Me presento como soy, natural, sonriente, alegre, y claro, recién arregladita, sutilmente perfumada, pelo suelto..., en el espejo del ascensor, estaba mona. Mi impresión del muchacho fue la esperada, pues mis expectativas sobre su aspecto físico no eran muy distintas a las que encontré, no me importaba eso, sólo su pulcritud, su olor. Para eso, soy puntillosa. Me gustó su sonrisa; su comentario sobre mi aspecto? Algo desconcertante: “Vaya, aquí no nos arreglamos tanto”. “Vaya zapatitos que te has puesto, ( mis sandalias negras de tacón, tan bonitas, tan modernas , ains), “ Son como para correr”, dijo, “Uy , no creas, son estupendas para el campo a través, además el tacón fino es un buen arma de defensa, un buen taconazo en la frente y ahuyentas a los posibles violadores pero ya”. En fin, el chico, empezó prontísimo con los cumplidos. Aún así mi férreo optimismo seguía indemne. Tal vez debí haber pedido consejo a alguien sobre cómo tener una cita. Al parecer ser una misma no funciona fuera de casa.

Fuimos a cenar. Me gustó la cena, me divertí. Pensaba que él también. Yo charlaba, preguntaba, contaba cosas. El charlaba, contaba,. Yo contaba más cosas. Pero yo ya era así antes de la cita y él lo sabía. Habíamos hablado muchas veces. Me sentía a gusto. Pero es porque yo me siento a gusto donde estoy, o sencillamente dejo de estar allí. Fuimos a un garito de copas, tranquilote. Sobre la mesa había una vela que él encendió. Era blanca. Me recordó la luz de los cuadros de Vermeer y se lo comenté. Le hablé de esa luz. Fue en ese momento cuando empecé a notar que yo progresivamente le estaba disgustando. Era como si mi hada madrina estuviera apagando luces por ahí para acostarse, la muy mamona. Yo no oigo bien, no es nada considerable, pero cuando hay ruido de fondo necesito acercarme un poco a la voz, o que la voz se acerque a mí, según se mire. Notaba que en el “close up”, el acercamiento, era como si a cada centímetro que yo me acercara a él, él se echara otro centímetro hacia atrás. Fue un acto psicológico que se fue repitiendo a lo largo de la velada., Hasta que se convirtió en hiriente horas más tarde. Pero ya llegaremos a eso. Quien haya hablado alguna vez con alguien dotado de halitosis sabrá de qué hablo. Sin darte cuenta te echas hacia atrás. En una de mis visitas al lavabo, revisé mi aliento con preocupación. Lo cuido mucho por si acaso, pero estaba fresco. No era eso, no había duda. Respiré hondo, encendí dos velas negras a mi hada madrina, y volví a la mesa.
Seguimos charlando, con complicidad. El me contaba muchas cosas, muchas, de su vida, su trabajo. Yo las seguía con mucho interés. En realidad habíamos hablado esquemáticamente de ellas con anterioridad, por teléfono, por chat, pero naturalmente era tan distinto...

Llegó el momento de ir a su estudio a ver sus fotografías. A mí me hacía mucha ilusión verlas. Realmente era eso lo que yo esperaba. No me sentía físicamente más cerca de este muchacho. Y charlábamos sin parar. Me gustó todo. Tantas fotos. Y tantas fotos de chicas preciosas!. Y tan jóvenes. ¡Vaya!. Yo le decía constantemente lo que me gustaba lo que veía, lo que me parecía esto o aquello, me mostró fotos de todo tipo. Lo pasé en grande. Escuchamos mucha música. Pero algo iba fallando... El close up. Mi silla tenía ruedas. Se deslizaba hacia él con mis movimientos, porque yo tenía los pies en alto, y él, iba como sutilmente retirándose centímetro a centímetro. Como evitándome. No era algo descaradamente evidente, pero lo suficiente para mí. Yo recordaba tantas cosas que me había dicho anteriormente y no podía decirle allí , que tenía que callarme. Hablábamos en una confianza absoluta de muchas cosas, sin embargo, no podía recordarle palabras que me había dicho como: “Cuando nos veamos, nos vamos a hacer una sesión de fotos”, o “Como me hables así cuando nos veamos”, pues nos estábamos viendo y él estaba cada vez más lejos, marcando una distancia psicológica de cientos de metros. Una que no es tonta y de pequeñita estaba en el club de ajedrez del cole, captaba perfectamente montones de cosas que se agolpaban a las puertas de su autoestima, donde Peter Pan, me estaba dando un portazo en plenas narices que me estaba dejando K.O.
Hablábamos de cosas tristes y yo no pude evitar llorar. Me disculpé sacando un pañuelo. “¿Estás deprimida, verdad?”, me dijo. “Si, bueno, somatizo una serie de sucesos tristes que me han pasado” . Pues no. Mentí como un letrado. Esos sucesos tristes han pasado , claro. Pero forman parte de mi acervo, están superados o superándose. Vivo con ellos , como todos los seres humanos vivimos con nuestro día a día. Aquellas lágrimas las provocaba el rechazo al que me sentía sometida. Al conocimiento del negativo juicio de sus ojos. Me sentía tan ... poco atractiva. En una de mis visitas al baño, me miré al espejo para recomponerme la cara tras los lagrimones. ¿Por qué lloras idiota?. Mis facciones me parecieron duras. Mi sonrisa arcaica. Mi mirada triste. Salí de allí.

Fuimos a sentarnos a un sofá. Le toqué. La mano. Le dije que había notado que evitaba acercarse a mi, que yo me acercara. Le sonreía tristemente. Le dije que no quería nada de él. Que no había llegado a su vida a llevarme nada suyo. Voy a darte un beso, le dije. Asintió con la cabeza. Le besé tres veces. En ambas mejillas primero, y para terminar en los labios, prácticamente inmóviles; aún así los besé con dulzura, mientras sujetaba su nuca. El no me tocó. Tampoco se retiró. Al hacerlo yo, dijo:” ha sido un beso, pero largo. Es tarde, voy a llevarte , he de trabajar mañana”.

En aquel momento, no quise pensar , sonreí , dije ,” Si si, es tardísimo, mañana salgo de viaje a las doce. El sábado ya te llamo cuando regrese , vale?” . “Si. Ya hablamos el sábado”. Charlamos normalmente sobre otras cosas por el camino. Al bajar del coche, le di un beso en el morrete, corto, muy corto, un muak. “Gracias por tu cuadro” Me regaló un cuadro rarísimo suyo, una foto, porque yo le había regalado unos cds y quiso corresponder.

El sábado a la Una y media le llamé por primera vez. No contestó. Dejó sonar el tfno. Así durante cuatro o cinco llamadas más a lo largo del día. A las seis, directamente apagó el tfno. Yo estaba con amigos. Me sentía bien. Estaba en una reunión entre gente de “primera división”, personas clase A, que nada más verme llegar el viernes por la mañana me apretujaron a abrazos, me llamaron guapa, me besaron la carita ruidosamente.... Cuando le llamé la primera vez, fue con la intención de invitarle a venir con nosotros, me apetecía darle a conocer mi ambiente, algo nuevo, y que viera las imágenes que yo estaba viendo; el lugar donde yo estaba, era bellísimo. La luz era maravillosa, el decorado de la ciudad , de ambiente medieval, los jardines preciosos, las personas sanas, de buen talante, con muchas ganas de divertirse a todas horas sin molestar a nadie. Música en las calles, malabaristas callejeros, músicos...

La última vez que le llamé sin respuesta, recordé una pregunta que me hizo varias veces ¿Qué has visto en mí?. Esta vez era yo quien hacía la pregunta en mi mente.

Recuerdo que cuando entré de regreso de la cita en mi hotel , eran las seis y media de la mañana . Le pedí al recepcionista que me despertara a las once. El chico tendría unos treinta años. Estuve a punto de preguntarle. ¿Tu crees que soy bonita?. Porque salí de aquel estudio sintiéndome la heredera directa del dignísimo John merrick.

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Absenta.

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Nota: La imagen es de una fotógrafa argentina llamada nina y el nombre de dicha foto es hojas

4 comentarios

Vigo -

2005... 2010 Y por aquí ya no pasará nadie. Pero soy como esos niños que pintan en las paredes: "yo estuve aquí"
Y leí esa curiosa cita con atención, y me dije, bueno, todos hemos tenido citas peores...
Lo pensé, y lo escribí, y lo envíé (uno es así de estúpido).

siouxie -

Suerte que tienen algunas.Yo me cité con uno que me había mandao una foto suya de la mili, y cuando me vio, porque yo no le reconocí, me dijo !hola! un señor de 45 años y 90 kilos. !pabernosmatao!, na na, que donde se pongan las casamenteras de mi pueblooooo

alucia -

Yo tuve una cita con un hombre del chat una vez.
Y no acabó mal la cosa, no ...

Sorangustias -

No conozco una sola relación, comenzada por internet que haya acabado en amistad cuando no hay un ordenador o un teléfono por medio. Supongo que intervienen las malditas feromonas y que la cosa no funciona a nivel bioquímico. El rechazo no es rechazo, Absenta, es desconcierto. Enhorabuena por tu artículo. Un saludo.