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Blog de #biblioteca del irc-hispano

El tai-chi, chi, chi, chi

El tai-chi, chi, chi, chi Queridos amigos y amigas en la red, (me ha quedado bonito el saludo pero parece que hablo con otros boquerones capturados a la altura de Málaga por el Pepita II), bueno, os prometí que haría entrega de otro articulillo de estos dándoos cumplida cuenta de mis experiencias con las distintas disciplinas orientales, y, como soy mujer de palabra, paso a hacerlo.
Os comenté que había comenzado a hacer yoga, con grandes progresos de mi parte, bajo la dirección de una monitora bajita y con escaso sentido del humor. Eso es un día a la semana, si, me he propuesto dedicar otro día a la práctica del tai-chi-chuan, tipo de gimnasia china cuyo nombre creo que significa: Mira cómo se baila el agarrao, en chino cantonés, claro.
Para dicha práctica me conciencié a fondo y decidí aprovechar un pijama que me había regalado mi cuñada, la Anticristo, otro día os hablaré de ella, en unas Navidades. El pijama es de raso, con dibujos de dragones, en rojo, negro y dorado y no me lo había puesto más que una vez, más que nada por que me resbalaba en la cama y me sentía como si en lugar de dormir me subiera en el gran Khan, o montaña rusa similar con las naturales consecuencias de inquietud y ganas de mingitar de madrugada. Como me quedaba bastante bien de talla, pensé: mira, me han dicho que me ponga algo cómodo que no apriete...el pijama chino que me regaló la arpía me va a venir al pelo, (la arpía es la misma que el Anticristo), pertrechada pues ad hoc, metida de antemano en el ambiente oriental, me presenté en la sala de tai-chi, que es la misma casualmente que en la que practicamos yoga, más que nada es que es la única sala del centro, que cuenta además con vestuarios para hombres y mujeres, dos wáteres y un mostrador para la cosa de los recibos mensuales. El centro se llama El coco cómodo, yo, que ya sabeis que tiendo al fácil juego de palabras,le llamo La gallina, por razones obvias.
Bueno, con mi pijama de raso entré en la sala y ya de momento fuí recriminada por no saludar a la manera hindú a dicho recinto, el tal saludo consiste en poner las manos juntas debajo de la barbilla, reclinar la cabeza y hacer el intento de concentración, arrepentimiento y cumplir la penitencia que nos sea impuesta amén, o...¿eso era ahí o en otro sitio?
Mal empezamos, pensé, pero claro, yo había dicho un simple: buenaaaas, carente de trascendencia y, en estas cosas ya se sabe, antes que nada, trascender es lo primero. La monitora, que en este caso es alta y delgada como su madre, pero tiene bigote como su padre, y es morena saladá, nos colocó en fila india y nos dijo, como lo oís: haced el oso. A mi me pareció curioso el requerimiento, pero pensé que a lo mejor se hacía algo de terapia de grupo antes de comenzar la práctica en si, y tratando de abrir mi mente a cualquier posibilidad de desbloqueo, hice en voz, todo lo alta que pude: Bruaaaaaaaaaaaaaaoug, poniendo a la vez una cara de ferocidad que asustase al mismo miedo. Todas las asistentes me miraron con cara de gran estupefacción y una de ellas se desmayó del mismo susto, se ve que anda delicada del corazón la mujer. No, no, no, me dijo la monitora, hacer el oso, querida, es la forma en la que llamamos al paseo de calentamiento previo y que consiste en dar grandes zancadas en círculo mientras se bracea con gracia singular.
Me uní a las demás tratando de remedar sus movimientos, encabezadas por la monitora. Parecíamos talmente Papá Oso, Mamá Osa y todos los ositos, en este caso familia numerosa de las que ya no se ven por el mundo. La gran familia en osos. Era divertido, si, lo único que había que tener cuidadín era con no ir más deprisa que las de delante y darles con los brazos en la cabeza.
Acabamos de hacer el oso y seguimos haciendo el indio, mejor dicho, el chino, y la monitora nos dijo que, a continuación, haríamos el saludo al sol. Yo miré por el gran ventanal de la sala y saludé con la manita. No, no, no, me dijo de nuevo la monitora, el saludo al sol consiste , de forma no literal, monina, en extender los brazos hacia arriba en posición estática y hacer una serie de movimientos con la mayor gracia posible, tú véte siguiéndonos. Yo lo intenté. Al tercer saludo me perdí, pero lo arreglé saludando a mi manera, conviene ser innovador.
El siguiente ejercicio se llamaba: La grulla levanta las alas. Se trataba de, levantando los brazos, moviendo las manos como si fuésemos a bailar aquella canción tan bonita de: pajaritos por aquí, pajaritos por allá, de la chica del acordeón aquella que se quedó viuda creo, pues mientras movíamos las manitas con languidez, levantábamos una pierna y la doblabamos para atrás y la sacudíamos como si la hubiésemos metido en un charco, se hacía con una pierna o pata un ratito y luego se iba cambiando, para no cansar siempre la misma pata de la grulla, claro, qué gran sabiduría tienen los chinos, lo digo siempre...Yo, para demostrar mi interés, aleteaba muchísimo más deprisa que las demás, no se vayan a pensar que no me tomo las cosas en serio. Estuve incluso a punto de dar un saltito para ver si podía salir volando, pero, como no había mucho espacio para tal fín, decidí no despegar del suelo.
Luego la monitora nos mandó que hiciésemos un bonito encadenado que parecía talmente el ballet de El lago de los cisnes, para que os hagais una idea. Como yo no me sabía los pasos, los iba imitando, y, cuando ví que no llegaba a repetirlos exactamente, decidí, al son de la música china que teníamos puesto en el cd. montar una coreografía tipo vals siguiendo el ritmo de la música. Me quedó...regio. Qué gracia, qué sutileza la mia, cómo giraba como un trompo, el baile me iba poseyendo y todas a una hicieron un círculo, pegadas a las paredes para mirarme, no era para menos, claro, una pena que no hubiera una cámara para filmar la gracia natural que me caracteriza. La monitora se adelantó y sujetándome de la cintura me sacó de mi trance diciéndome: No, no, no. Monina, intenta hacer lo que las demás que esto no es un pasodoble, es tai-chi. Lo intenté con denuedo pero me pareció francamente, mucho más aburrido y menos completo que mi creación anterior y además como me dió flato del esfuerzo decidí sentarme en el suelo y esperar a que acabaran. La que había a mi lado no se percató, se tropezó y fué a dar con la pared lateral con mucho estruendo, un poco exagerado me pareció, pero no ibamos a empezar con tiranteces...La monitora, gimiendo, supongo que de emoción de recordar mi baile, dió por terminada la práctica.
Fuímos a cambiarnos al vestuario entre un silencio en el que se mascaba la envidia. No me hablaba nadie, es más, no me miraba nadie. No me importó, sé que el sino de mi vida es levantar envidias en los demás seres humanos y más humanas al comprobar sus carencias.
El caso es que estoy contentísima de los progresos que voy experimentando tanto en yoga como en tai-chi, y que la semana que viene, si Dios me da licencia, volveré a hacer las prácticas, dándoles eso si, mi sello propio, no hay que adocenarse.
Amigos y amigas, me despido de todos vuestra affma. Sed buenos y temerosos de Dios. Un cordial saludo.
P.s.d.t.: Os aviso, que no se me olvide ya que lo considero importante, estas técnicas milenarias están reñidas con el sentido del humor occidental, tan bárbaro y carente de trascendencia, no conviene por lo tanto ni reir ni hacer comentarios jocosos acerca de las posturas en ambas disciplinas, tai-chi y yoga. Ambas monitoras han conseguido, se vé, llegar casi al límite de la perfección en lo que a olvidar ese espantoso sentido del humor se refiere, ya que la de yoga tiene la misma gracia que un queso de bola y la de tai-chi parece por su actitud la hija del enterrador.

2 comentarios

siouxie -

!Ay cómo te comprendo compañera, a mis años, me expulsaron de una clase de tai chi por reirme!. La última vez que me pasó eso, creo que vivía franco, játe.

alucia -

estoy llorando..
No de la pena, no, de la risa
es buenísimo
por dios, te superas día a día
Gracias