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Blog de #biblioteca del irc-hispano

Mi cuñada. La anticristo

Mi cuñada. La anticristo Queridos y queridas, lo prometido es deuda. Quienes me leen se habrán percatado de que en uno de mis artículos aparecía un personaje a la que llamé La anticristo. Este nombre no está dado al azar, de ninguna manera, creédme, tiene una razón de ser muy concreta y facilmente demostrable con pruebas feacientes. Paso a narraros la historia.
Una servidora de ustedesvosotros, conoció un día, ya lejano, en la calle, como aquél que dice, en realidad fué en un bar infecto de la zona de Moncloa en Madrid, a un sujeto que, mire usted por dónde, le cayó en gracia. Servidora se fué enamorando, el sujeto también de servidora y se estableció una preciosa relación con sonido de fondo de violines, cupidos volanderos y diabetes asegurada. El tiempo fué pasando, como por otra parte tiene por costumbre y una un día, al poder articular una frase completa, ya se sabe que el amor hace que los primeros meses se emitan solamente balbuceos del tipo de: oh, ah, si, amol, cariño mio, mi vida, tesoro, me estás pisando amol, etc, etc...pues al recobrar el habla se me ocurrió preguntarle a mi vidita: ¿Tú eres hospiciano?, le dije entre beso y beso, y él, saliendo de su romántico marasmo me contestó: No pichulina, tengo papá, mamá y una hermana más mayor que yo...
Si en ese momento mi mente no hubiera estado sumida en el piélago de la pasión y hubiera tenido uno de mis famosos pálpitos, hubiese sido el momento de, después de abrocharme la blusa, agarrar el bolso y decir aquello tan contundente de: ahí te quedas mundo amargo, que te den mucha morcilla. Pero...ay, pero. Servidora no razonaba de forma habitual. Las endorfinas me tenían embotada la psíque y pasé por alto la información como algo normalísimo, papá, mamá, la hermanita grande, qué bonita familia tenía mi pichoncito...
Pasaron los meses, pasaron muchísimos trenes, pasaron dos años y llegó el momento de conocer a las familias respectivas. Con los correspondientes nervios, igualito que antes de un examen, se visitaron los hogares respectivos. Al principio algo tensos, luego ya con más confianza y ya en ese estado más relajado del ánimo, comencé a darme cuenta de que la hermanita mayor de mi vidita adorada, no me tenía ni la más mínima simpatía. Ella, la pobre, tenía un trauma desde la niñez y odiaba a su hermano, típico complejo fraterno de hermana tonta con hermano pequeño listo, hermana fea con hermano pequeño guapo y hermana bajita con hermano pequeño más alto desde la cuna, es decir, tenía un trauma muy completo y además ya antiguo.
En esas circunstancias no faltaba más que encima el hermano odiado apareciera ante la familia, su familia, con una joven alta, simpática, sobradamente preparada y listísima (estoy haciendo un cursillo de: quiérete a ti misma en 10 lecciones, lo imparte CEAC, otro día os hablaré del sistema en cuestión).
Su primera frase al conocerme fué: Hola, tú eres la imbécil que sale con el idiota de mi hermano, ¿no?. A mi la sonrisa se me congeló en los labios, pero, como soy tremendamente positiva pensé, a esta bajita me la gano yo. Craso error. No contaba con información suficiente, claro, no sabía que estaba luchando con fuerzas malignas del más allá, con las que no vale otra cosa que el agua bendita, la oración y un boleto de avión a Papúa Nueva Guinea...contri más lejos mejor, que decía mi abuela.
Traté de agradarla, de hacerme su amiga, de comentarle mis problemas y el efecto fué totalmente contraproducente. Cuanto más me esforzaba yo en quererla más me aborrecía ella. Si me veía recién salida de la peluquería, su comentario era: ¿En qué enchufe has metido los dedos, hija?. Si estrenaba alguna prenda de ropa, me espetaba enseguida: ¿Tú te vistes en alguna sastrería militar?. Si me compraba unos zapatos: Menos mal que te has quitado las zapatillas esas que tenían agujeros para ventilación en los dedos gordos, por cierto, ¿cómo has hecho para ponerte cáscaras de mejillones en las uñas de los dedos gordos de los pies?, no quedan bien...
En fín, mi vida comenzó a ser un erial. Mi novio y sus padres me decían que no tomara en cuenta las tontunas que decía la primogénita de la familia, que ya se sabía que Rosamari era "especial" y que a ver si encontraba novio y se le pasaban las ´"manías". A esas alturas, Rosamari, la anticristo, tenía 30 años y no había conocido varón ni daba trazas de hacerlo en breve.
Llegó el día en que mi pichoncito y yo decidimos unirnos como pareja ante Dios y ante los hombres y en las fotos de la boda, curiosamente, aparece la Anticristo delante nuestro, de la pareja, en todas las fotos, en absolutamente todas, ahí enmedio, con una sonrisa en la que se intuyen los colmillos, los ojos vidriosos y unos zapatos con alzas de diez centímetros de altura, consiguiéndo así estar a la altura de nuestros hombros. Como era tan "especial", no se le podía llevar mucho la contraria a riesgo de que le cogiera uno de sus famosos ataques de morros con consecuencias imprevisibles que podían ir desde revolcarse por los suelos entre espumarajos bucales y gritos horrísonos, hasta, sacar un encendedor bic y prender el velo del traje de novia. Como se pretendía que todo, ese día, fuesen albrícias y zapatetas, mi ya oficialmente cuñada, aparece en el reportaje fotográfico igualito que si fuera nuestra aura. La anticristo ya era parte de mi propia familia, ay.
Como nos fuímos a vivir al extranjero, mi cuñada venía a vernos con toda la frecuencia que podía y podía muchas veces. Venía, criticaba todo lo que hacíamos, atracaba la nevera y posteriormente volvía a su lugar de origen. Estas treguas salvaron mi matrimonio, naturalmente. En uno de estos viajes, Rosamari la anticristo, conoció a un muchacho formidable, perteneciente a la once al que consiguió atrapar y llevar ante el altar. Yo pensé, qué bien, mira, ahora sintiéndose querida nos dejará vivir más tranquilos, pobre chica, era lo que le estaba haciendo falta, pero, me equivocaba de nuevo, insisto, no podía predecir el carácter esotérico de la perversidad hecha hembra bajita y reconcentrada.
Mi pichoncito y yo ya teníamos dos querubines, ella no se quedaba en estado...se mascaba la tragedia. ¿Porqué nosostros si y ella no?. Pues véte tú a saber, oyes...Pero el caso es que entonces, ya acompañada en el largo camino de la existencia, se sentía vejada por el destino al no concederle descendencia, de manera que su mala leche no disminuyó un ápice, es más, abundó. Todo era decir acerca de sus sobrinos: Esos niños...no se parecen nada a mi familia,¿eh?. Esos niños no salen a ninguno de nosotros, les huelen los pies y tienen los ojos saltones. Esos niños parece que van a ser demasiado altos, ¿no te parece?. Os ahorro detalles por demasiado dolorosos y sangrientos.
Por fín un día, al cabo de dos años de su unión, quedó en estado. Respiré hondo y pensé: qué bien, se acabó el problema, ahora se sentirá plenamente realizada y se olvidará de que existimos. Pero, no, ay, volvieron a fallar mis predicciones. Cuando nació su hijo todo su afán era compararle contínuamente con los nuestros: Mira, mira, Juanín ya, a los seis meses sabe hacer los cinco lobitos tiene la loba y los tuyos no saben hacer logarítmos neperianos...¿les estás educando igual de bien que yo al mio?...
Como veis, la cosa no tuvo ni tiene remedio. Me ha intentado amargar la vida, el matrimonio, la maternidad y la relación con la familia y los amigos. Sus esfuerzos, aunque tenaces, no han dado fruto. Me ha regalado cosas como: Un pijama de raso con dibujos chinos, que ya conoceis, un cuadro de dos caballos blancos al galope tendido, una gitana vestida de faralaes para encima de la televisión, un barco de cristal de Murano procedente de Venecia, un perrito para el coche que mueve el cuello al frenar, un mechero en forma de calavera y que enciende los ojos al prenderlo mientras emite una música horrísona, unas macetas de flores que bailan si las aplaudes, una fuente luminosa con dos delfines que además hace humo blanco si la enchufas y lo peor, lo peor con diferencia, una plancha, qué crueldad sin límites, una plancha, a mi, a mi...¿qué he hecho yo?, direis, para merecer tamaños castigos, pues...conocer a un sujeto en un bar infecto de Moncloa y no salir pitando al enterarme de que no era hospiciano.
Sé de hecho que va a ser imposible deshacerme de su presencia mientras viva, y ahora ya concienciada del hecho, voy armada de agua bendita, estampita de san Miguel arcángel que venció al demonio y una estaca de madera bien afilada y un martillo de plata por si se diera la circunstancia de encontrarla alguna vez despistada.
Hago múltiples novenas. He ido a videntes y quirománticas. Me he hecho una limpieza del aura, incluso me he hecho una limpieza de cútis. Todo inútil. No hay fuerza del Bien, que, de momento haya conseguido neutralizarla.
La padezco en silencio y resignación esperando que alguna vez se cumplan las predicciones del apocalípsis de san Juan, y todo esto acabe al sonido de trompetas y aparición de los ángeles, arcángeles, tronos, querubines, serafines y demás público celestial.
Me despido de vosotros vuestra affma. Sed buenos y temerosos de Dios.

1 comentario

Thryss -

Dá gracias de que sólo sea tu cuñada,y no tu suegra.parece un calco de mi ex_cuñada,solo que ella habia aprendido de mi ex_suegra...que deseaba de nuera a la hija de un joyero...y dió conmigo...eso si, yo me desice de ellas raudo, incluyendo al hijo...